Hasta siempre Gato Romero
La preocupación de todo el ambiente del golf por la salud de Eduardo Romero se convirtió este domingo en consternación y dolor por el fallecimiento del querido “Gato”. Aunque estaba alejado hace tiempo de la competencia por su función de inendente de su pueblo, Villa Allende, seguía formando parte del mundo del golf con sus apariciones esporádicas en la cancha, para despuntar el vicio en el juego que era gran parte de su vida, y en el recuerdo de cualquier aficionado.
A los 67 años nos deja el gran “Gato” Romero, un símbolo de nuestro golf profesional argentino, uno de los jugadores más carismáticos y embajador del deporte argentino en el mundo. Más allá de su talento, de su hermoso swing, el cordobés construyó una gran imagen fuera de la cancha, por su simpatía, por su sonrisa permanente, por su buen humor en los mejores y peores momentos y su sencillez inalterable pese a haber incursionado en la cima del golf.
Eduardo nació en una familia humilde que estuvo marcada por haber vivido en las cercanías del Córdoba Golf Club. En ese lugar fue donde su padre Alejo se convirtió en un extraordinario profesor de la actividad y que también fue caddie. De esa manera fue como Eduardo se enamoró de la disciplina, tanto que desde muy chico, con los palos prestados de algún socio del club, o con cualquier madera posible, le pegaba a los corchos para comprender la distancia y el vuelo necesario.
Recién se hizo profesional del golf en 1982, con casi 30 años, y uno después de casarse con su esposa Adriana García con la que tuvieron a su única hija, Dolores. A fines de esa misma década, en el 89, tuvo su explosión como jugador al ganar el famoso Abierto de la República, lo que le abrió el camino en el Tour Europeo, escenario donde se consagró en ocho ocasiones y jugó casi 400 torneos, lo que le valió llegar a posicionarse entre los 20 mejores de ese circuito y acumular una ganancia de más de siete millones de euros en su carrera.
Ganador de 11 Olimpias de Plata en su deporte, fue elegido como el mejor deportista del país y se llevó el de oro en 1989, una temporada que fue troncal para el desarrollo de su carrera profesional. Pero fue después de cumplir 50 años cuando logró los títulos más resonantes de su carrera deportiva. En el circuito Senior alcanzó a ganar el Tradition, en 2006, y el US Open (2008).
Después de 43 triunfos en Argentina, más de 10 en Sudamérica y otros tantos en Europa y los Estados Unidos, el Gato decidió dejar el deporte para dedicarse a la función pública. Así fue como fue elegido en 2015 intendente en Villa Allende por el Pro, puesto que revalidó en 2019 por un nuevo período de cuatro años que, lamentablemente, no podrá completar.
Más allá de los campeonatos ganados, las definiciones en el green en Argentina, Europa o los Estados Unidos, la vida deportiva del Gato quedó marcada como la de uno de los más destacados en su disciplina. Se sentó a la mesa de nombres como los de Roberto De Vicenzo, Ángel Cabrera o Vicente Fernández, el “Gato” siempre se rigió en su vida con una frase que le dijo su padre en alguna ocasión cuando ambos compartían el tiempo juntos caminando por el club en Villa Allende. “Quien hace trampa en el golf, hace trampa en la vida”.